Artículos de opinión

Un año más comienza la época estival y con ella esa época maravillosa de piscineo, terracitas, vestidos fresquitos, helados, sandalias, solecito y viajes, si hay suerte, muchos viajes.

Si hay suerte, sí, si las circunstancias acompañan, si te lo puedes permitir, si tienes un trabajo que te dé la posibilidad de cogerte días libres… los síes… ese fantástico argumentario que si empieza no para. Porque la realidad es que viajar a veces es un lujo y un privilegio que no está al acceso de todas las realidades.

Para que os hagáis una idea de por dónde va mi argumento… cuando yo tenía 18 años, hace ya algunos años de ello, el viaje Madrid – Trujillo en autobús me costaba 12 euros… ahora me cuesta 24,09 euros, más 3,20 euros de gastos de gestión, más 1,50 euros si quiero cambiar de asiento, más 1,75 euros si quiero contratar el seguro (estas dos últimas opciones, marcadas predeterminadamente…) y, eso sí, con la reducción de la frecuencia y el número de autobuses.

La realidad es que, el gobierno español, conocedor de que la situación con los viajes empieza a ser cada vez más insostenible, sobre todo para aquellas personas con ingresos irregulares, ha decidido poner una solución en forma de ayuda y ha anunciado, un año más, el conocido como Verano Joven.

Esta iniciativa, regulada en el Real Decreto-ley 3/2024, de 4 de junio, de medidas de promoción del uso del transporte público colectivo terrestre por parte de los jóvenes para los viajes realizados en el periodo estival de 2024, lanza una serie de descuentos para los nacidos entre 1994 y 2006, de tal manera que billetes de tren y autobús que, en condiciones normales pueden llegar a costar 30,54 euros, pueden ver reducido su precio incluso en un 90%. De hecho, estos descuentos son aplicables incluso en la red de Interrail, extendiéndose a lo largo y ancho de Europa.

Yo, que como digo, según para qué cosas (esta medida, por ejemplo), ya no soy joven, siento una envidia terrible y, a la vez, me alegro de que los jóvenes españoles tengan acceso a este tipo de iniciativas, que les permitirán viajar con mayor soltura económica o incluso volver a casa de una manera más cómoda para el bolsillo.

Pero, llegadas a este punto, me vais a permitir que haga una reflexión. ¿Es una medida proporcionada? ¿Justa? La verdad es que es muy difícil valorarlo. Está genial, eso es indiscutible. Pero, a mi parecer (que por eso este artículo de opinión lleva mi firma) tiene luces y sombras. Y me explico.

Acabo de leer en Twitter (o X, como quiere Elon que lo llamemos) a una chica que indica que los descuentos sólo aplican cuando el trayecto se produce de una comunidad autónoma a otra. No he encontrado la fuente de dicho argumento, pero no es descabellado al pensar que se trata de una medida estatal y hay competencias transferidas a las comunidades autónomas en materia de transporte.

La chica decía en esta red social, generando el debate del que se caracteriza (la red social, no la chica), que al final se trata de algo hecho para los madrileños y las madrileñas, quienes gozan de una red de transportes sólida y conectada con todas las demás comunidades autónomas. Y mi pregunta es ¿tiene razón? ¿Es una medida que discrimina?

Pues no lo sé, la verdad, y con este artículo no quiero sentenciar, sino reflexionar. Si bien es cierto que la medida no se rige por rango de ingresos, ni de patrimonio, ni de poder adquisitivo (es evidente por qué, aunque las becas al estudio, por ejemplo, sí que lo hacen), sí que considero que depende, en parte, de dónde resida o de dónde sea cada persona, porque no tiene las mismas oportunidades de acceso al tren una joven de Madrid (o de Morata de Tajuña, vaya) que de Extremadura (o de Fuenlabrada de los Montes, si seguimos hablando de pueblos). Y sí, una vez más una extremeña hablando del tren.

Como digo, el cambio de comunidad no logro ver si es un requisito. Pero es una realidad que no puede presentar el mismo beneficio para una persona que resida en una comunidad con una red de transportes sólida, fiable y amplia, que para una persona que tenga acceso a un único autobús al día que te lleva a otro pueblo, donde puedes coger otro autobús que te llevará, con suerte, a tu destino.

Y ojo, con esto no digo que me parezca mal, lo que sí creo es que antes de aplicar medidas súper chachis de “café para todos”, deberíamos empezar a gobernar desde la empatía con todas las realidades, también con aquellas a las que vivir en una zona con pocas o nulas conexiones de transporte no les da la oportunidad de disfrutar del verano idílico de los anuncios de cerveza y les obliga a tener coche para poder moverse o para poder ir al médico. Que a lo mejor todo esto pasa por mejorar primero la red de transportes para crear conexiones también en la España rural, donde la mayoría de la gente prefiere usar su transporte particular para evitarse dolores de cabeza, y luego a partir de ahí poner en marcha medidas y sumar, pero empezando por los cimientos y no por el tejado.

Y termino esta reflexión sin contestar a mi pregunta, porque sigo sin saber si es una medida discriminatoria, lo que sí creo es que a veces se quiere gobernar tan rápido y tan a base de ayudas, que una medida estupenda termina siendo un agravio comparativo, pero el agravio no viene de ahora, ni de esta medida, ni se solucionará mañana, el agravio seguirá existiendo cuando te plantes de Madrid a Sevilla en dos horas con un estupendo AVE, mientras tengas un Madrid-Badajoz con una locomotora antigua que va con retraso, lento y que, a lo mejor, te sale ardiendo por el camino.

Y la solución tampoco es que los extremeños dejemos de hablar del tren.

Pilar Retamosa Mateos

Julio 2024