Del día que comenté la decisión de quedarme en la tierra recuerdo algunas críticas y comentarios negativos por parte de gente cercana: “eres tonto por quedarte teniendo oportunidad de irte”, “fuera ganarás más”, “esto está muerto, los pueblos no están hechos para gente joven”. En ese momento mis convicciones fueron más claras aún: “Estará muerto sólo aquello que dejamos morir”.
Mal que lo diga, y a veces me siento mal por ello, creo que puedo considerarme afortunado o poseedor de un privilegio que muchos paisanos y paisanas no tienen, me considero afortunado simplemente por haber tenido la oportunidad de poder elegir donde quiero desarrollar mi carrera laboral y un proyecto vital sin verme forzado a marcharme, consciente de que son muchos los que no pueden disponer de esa oportunidad de elegir. Afortunado de residir en esta región, de beber de su carácter y querencia de sus gentes, de ver sus campos de trigo en primavera y de maíz en verano, escuchar al mirlo una mañana de otoño o ver las grullas sobrevolar el atardecer de un día de invierno camino de sus dormideros; de aunar trabajo, familia, formación, necesidades cotidianas y ocio en apenas una decena de kilómetros a la redonda.
Por el momento, y toco madera, no conozco la emigración, pero me parecen aterradores los estragos que hay detrás de ella, el verte alejado simplemente porque futuro, trabajo, familia y vocación no casan y tienes que renunciar a parte de algunos de ellos. No entiendo a la gente que piensa que el éxito siempre está fuera y que aquí no puedes desarrollarte plenamente si te dan una oportunidad.
Es esa conciencia de ver que otras personas simplemente no tienen esas oportunidades y que su única solución es un tren de partida la que debería de poner en marcha el activismo social, del que creo que todos y todas los que vivimos en la región, tendríamos que formar parte: devolver a Extremadura parte de lo que ella te da, aportar a Extremadura, pensándola, auparla y mejorándola con la vista puesta en ayudar al regreso de quién la anhela, mirar por aquellos a los que cada vez se les cierran más las puertas y las oportunidades para quedarse. Debemos contribuir entre todos a que la migración sea por voluntad y no por necesidad.
Está en nuestra mano, la de los extremeños y extremeñas en Extremadura, sensibilizar, mirarnos a la cara para reconocernos mutuamente, para aportar un minúsculo empujón que ayude a tirar para adelante de nuestras actividades, con pequeños gestos, destinando algo de nuestro tiempo para hacer pedagogía, educar y concienciar en “lo local”, desterrar de nuestro pensamiento colectivo el “vete fuera que estarás mejor” tan arraigado aún en parte de nuestra gente y hacer ver la enorme riqueza que se atesora en el capital humano y talento de los que somos de esta región. Se trata de dar parte de nosotros al conjunto, al colectivo, construyendo un día a día mejor de forma asertiva, empática y respetuosa tanto con los de dentro como con los de fuera. Creérnoslo y darnos la importancia que meceremos de que aquí también es posible crear, dar valor a nuestra tierra con las capacidades de sus gentes.
Desde el mismo día que decidí que aquí están mis raíces y aquí quería enraizarme, supe que un camino firme para dar vida a nuestros pueblos pasa por la importancia de sus asociaciones, más en las zonas rurales, de la que provengo. Sea desde una asociación deportiva que fomenta y acerca el deporte a jóvenes y gente mayor que no han tenido un acceso cercano a la cultura deportiva y de vida saludable; sea en asociaciones de teatros y recreación histórica que ponen en valor y recuperan nuestra historia y orígenes; sea en asociaciones que hacen que nuestro habla, costumbres y patrimonio popular no caiga en el olvido; sea aquí, en la oportunidad que da Extremeñería, para concienciar de las capacidades que tenemos para colocar a la región y los paisanos en el centro de la vida pública como la pieza más importante.
La experiencia, el trato y el paso de los años ayuda a entender las palabras de conocidos migrados, a intuir la cantidad de extremeños y extremeñas en la diáspora deseosos de volver que fueron forzados en su marcha. Si damos una vuelta por las redes sociales vemos muchos perfiles orgullos de lucir los colores regionales junto a un mensaje: “Extremeño en Londres”, “extremeña en Madrid”, “extremeño en la diáspora”, … creo que cada vez ellos son más y cada vez menos los que podríamos poner “Extremeño en Extremadura”.
En una región que cada vez se asoma y se refleja más nítidamente en los marcadores de la España Vaciada, parece que se asemeja el momento de salir a la calles de nuestros pueblos para festejar, dándole una vuelta a lo que hicieron José Isbert, Lolita Sevilla y los vecinos de Villar del Río, y gritar aquello de que recibimos extremeños, ¡que hoy recibimos extremeños con alegría!
Pero no solo basta con mirar a las y los migrados y retornados. Se escucha mucho estos meses hablar de grandes proyectos e inversiones millonarias que traerán multitud de oportunidades y puestos de trabajo, y pregunto, ¿qué tal si además de mirar hacia las antípodas, a directivos y señores Marshall cargados de planos y maquetas de urbes y templos lejanos, también miramos más cerca? Invertir en iniciativas y en talento extremeño, en esos emprendedores y pequeños negocios que quieren seguir respirando, pisando y dando valor a Extremadura, esa gente que conoce la casuística y los problemas reales de sus barrios, pueblos y alquerías, que entiende de nuestras dificultades, la que palma y hace posible que en nuestros pueblos dispongamos de servicios básicos como una panadería, masajista, ferretería sin tener que desplazarnos, esa gente que quiere unos pueblos vivos y vida en nuestra región, esa gente que exporta marca regional de calidad.
Esta tierra y su gente merece, y mucho, cuidarla y creérsela, apostar por el talento local que surge de todos esos paisanos y paisanas que cada día trabajan o se forman aquí y que desean quedarse y mejorarla, los que tienen el futuro puesto en esta región para ellos y su familia. Esta tierra merece apostar por sus investigadores, autónomos, sus pequeños agricultores y ganaderas, su Universidad, sus médicos y sanitarios, científicas, ingenieros, arquitectas y tenderos de barrio, gente del espectáculo y de las artes, todos esas extremeñas y extremeños en Extremadura que quieren tener una oportunidad de seguir construyendo una región dinámica, que quieren disponer de la opción de quedarse para crecer desde dentro y poseen la capacidad de empuje para arrastrar con su inercia y proyectos a quien quiera volver, esa gente que cree que sólo está muerto aquello que dejamos morir.
Félix Andújar Donoso.
Un extremeño en Extremadura.
Abril 2023.